En la era actual, la ciencia y la tecnología avanzan a una velocidad vertiginosa, transformando cada aspecto de nuestras vidas. Sin embargo, como bien señala Alexis Roig, esta evolución no es solo una cuestión de progreso técnico; es una fuerza que está reconfigurando las estructuras de poder a nivel global y local. La emergencia de tecnologías disruptivas, desde la inteligencia artificial hasta la biotecnología, no solo crea nuevas capacidades, sino que también plantea dilemas fundamentales sobre quién ostenta el poder para decidir su desarrollo, aplicación y, en última instancia, quién se beneficia de ellas. Esta dinámica hace que la discusión sobre la soberanía tecnológica sea más urgente que nunca.


El Dilema del Poder en la Era Tecnológica

Los avances científicos y tecnológicos, aunque prometen soluciones a grandes problemas, también concentran poder. Las empresas que desarrollan algoritmos de IA, los países que dominan la fabricación de microchips o las corporaciones que controlan patentes genéticas, ejercen una influencia inmensa sobre economías, sociedades e incluso sobre la autonomía individual.

Alexis Roig subraya que este poder tecnológico no está distribuido de manera uniforme. Grandes potencias y corporaciones gigantes son, a menudo, los principales actores, mientras que muchos países y ciudadanos se encuentran en una posición de dependencia. Esta asimetría plantea preguntas críticas:

  • ¿Quién decide qué tecnologías se desarrollan y con qué propósito?
  • ¿Cómo se regulan las tecnologías que tienen un impacto masivo en la sociedad?
  • ¿Qué mecanismos existen para garantizar que los beneficios de la ciencia sean equitativos y no exacerben las desigualdades existentes?

Estas interrogantes nos llevan directamente al concepto de gobernanza tecnológica, que busca establecer reglas, normas y acuerdos para dirigir el desarrollo y uso de la tecnología de manera justa y beneficiosa para todos.

La Urgencia de la Soberanía Tecnológica

En este contexto, el concepto de soberanía tecnológica emerge como una pieza central del argumento de Roig. No se trata solo de tener acceso a la tecnología, sino de tener la capacidad autónoma para desarrollarla, gestionarla y controlarla, sin depender excesivamente de potencias o corporaciones extranjeras. Para un país, esto implica:

  • Capacidad de Investigación y Desarrollo Propia: Invertir en ciencia básica y aplicada para no depender de patentes o innovaciones de terceros.
  • Infraestructura Digital Segura: Controlar las redes de comunicación, los centros de datos y los sistemas críticos para proteger la información y la autonomía operativa.
  • Regulación y Ética Propias: Desarrollar marcos legales y éticos que reflejen los valores y necesidades de la sociedad local, en lugar de importar normativas externas.
  • Acceso y Control de Datos: Asegurar que los datos generados por ciudadanos y empresas residan y sean procesados bajo leyes nacionales, protegiendo la privacidad y la seguridad.

La falta de soberanía tecnológica puede traducirse en vulnerabilidad económica, política y hasta de seguridad nacional. Un país que no controla sus propias tecnologías críticas está, en esencia, cediendo una parte de su poder y autonomía.


Nuevos Marcos de Poder: Un Desafío Global

La visión de Alexis Roig nos invita a reconocer que la ciencia ya no es una herramienta neutral al servicio de la humanidad, sino una fuerza con capacidad de moldear el poder. Por ello, la creación de nuevos marcos de gobernanza se vuelve imperativa. Esto implica un diálogo global que involucre no solo a gobiernos, sino también a la sociedad civil, a científicos, a empresas y a la ciudadanía en general.

El desafío es inmenso: establecer normas que permitan el progreso tecnológico, al mismo tiempo que se protegen los derechos humanos, se fomenta la equidad y se evita la concentración excesiva de poder. La soberanía tecnológica no es un concepto aislacionista, sino un llamado a construir capacidades propias para participar en un ecosistema tecnológico global de forma más justa y equilibrada.


Conclusión: La mirada de Alexis Roig nos alerta sobre la necesidad de ver la ciencia y la tecnología no solo como motores de innovación, sino como arquitecturas de poder. En este escenario, la búsqueda de una soberanía tecnológica se convierte en una prioridad para cualquier nación que desee mantener su autonomía y asegurar que los beneficios del progreso científico sirvan a los intereses de sus ciudadanos. La era digital exige una reflexión profunda y acciones concretas sobre quién ejerce el control sobre el futuro tecnológico que estamos construyendo.